sábado, 2 de agosto de 2014

MIQUEAS. CAPÍTULO 3.



 Segunda denuncia
(ls 1,17-23; Jr 22,13-17)

3 1Pero yo digo: Escuchadme,
jefes de Jacob, príncipes de Israel:
¿No os toca a vosotros ocuparos del derecho,
vosotros que odiáis el bien y amáis el mal?
2Arrancáis la piel del cuerpo,
la carne de los huesos,
3Os coméis la carne de mi pueblo,
lo despellejáis,
le rompéis los huesos, lo cortáis
como carne para la olla o el puchero.
4Pues cuando griten al Señor,
no les responderá,
les ocultará el rostro entonces
por sus malas acciones.

Los profetas y el profeta (Ez 13)

5Así dice el Señor a los profetas
que extravían a mi pueblo:
Cuando tienen algo que morder,
anuncian paz,
y declaran una guerra santa
a quien no les llena la boca.
6por eso llegará una noche sin visión,
oscuridad sin oráculo;
se pondrá el sol para los profetas
oscureciendo el día;
7los videntes avergonzados,
los adivinos sonrojados
se taparán la barba,
porque Dios no responde.
8Yo, en cambio, estoy lleno de valor,
de espíritu del Señor,
de justicia, de fortaleza,
para denunciar sus crímenes a Jacob,
sus pecados a Israel.

Denuncia y sentencia

9Escuchadme jefes de Jacob,
príncipes de Israel:
vosotros que detestáis la justicia
y torcéis el derecho,
10edificáis con sangre a Sión,
a Jerusalén con crímenes.
11Sus jefes juzgan por soborno,
sus sacerdotes predican a sueldo,
sus profetas adivinan por dinero;
y encima se apoyan en el Señor
diciendo: ¿No está el Señor
en medio de nosotros?
No nos sucederá nada malo.
12Pues por vuestra culpa
Sión será un campo arado,
Jerusalén será una ruina,
el monte del templo, un cerro de breñas. 

Explicación.

3,1-4 El comienzo es de controversia: Miqueas quiere rebatir a unos interlocutores. La sátira, sin prescindir de la frase incisiva (1), toma una imagen conocida y la desarrolla con realismo brutal. En castigo el Señor les rehusará el rostro y la palabra.

3,1 En el gobierno y en la administración de la justicia se plantea la distinción ética radical entre el bien y el mal: véanse Dt 29, 15.19; Is 5,20; Am 5,14. 

3,2-3 La metáfora "comer, devorar" al prójimo es común: Is 9,11; Jr 5,17; Sal 14,4 etc. 

3,4 El castigo esta vez es genérico, pero no menos radical: véase Sal 11,5. 

3,5 Con ligero toque de ironía la introducción clásica del oráculo profético se dirige a y contra los profetas. Sigue uno de los máximos aciertos de Miqueas. Se fija en la boca, órgano profético, que reacciona sólo a la comida. El falso profeta invoca la guerra santa, fulminando en nombre de Dios al que no paga. 

3,6 El castigo pasa a otro campo, justificado porque el profeta es "vidente". De día el sol se eclipsa, de noche falta la luz de la visión (cfr. Job 4,12-16). "No responde": como en el monte Carmelo, 1 Re 18. 

3,7 Gesto de vergüenza o para que no penetren malos espíritus (cfr. 2 Re 22,24). 

3,8 Miqueas se distancia y contrapone a los falsos profetas, ofreciéndonos una clave para interpretar su libro. Su valentía le viene de la misión, su fuerza reside en la palabra de Dios al servicio de la justicia. 

3,9-12 Contra las clases dirigentes: magistrados, sacerdotes y profetas; unidos en el pecado común de la codicia. Todo se hace  por dinero: Is 1,23; Ez 22,25; Am 5,7-11. 

El templo, el monte Sión, Jerusalén concentran la alegada presencia del Señor. Jeremías se inspira en este oráculo para su discurso sobre el templo (Jr 7), y sus jueces lo citan en el proceso (Jr 26,7.26).

No hay comentarios:

Publicar un comentario